Peor que lo que sucede en las aulas: lo que no sucede
Los motores del aprendizaje, tal como están validando las neurociencias cada día, y ya fue anticipado por la pedagogía científica, son el interés, la emoción, las sensaciones y el movimiento libre. Cosas todas que no suceden en las aulas convencionales. Se pide a los niños que sean objetos inmóviles sin repercusión emocional, y que sigan (¡todos al mismo ritmo!) un currículum rígido y lineal que a menudo se aleja de sus intereses.
Sin embargo, los niños son increíbles: pueden adaptarse a lo que se les pide entrando en el juego de los premios y castigos (sin relación con su aprendizaje real), pueden aguantar la inmovilidad y el silencio, el aburrimiento, la desmotivación y la competencia, el sentirse juzgados continuamente, el no saber a qué atenerse según el adulto que tengan delante… Algunos no logran adaptarse y son marginados en mayor o menor medida por el sistema, mientras otros consiguen amoldarse perfectamente. ¿Cuál es el precio?
Montessori describió los períodos sensibles. Se producen durante toda la vida, y se han conocido también como ventanas de oportunidad. Podemos aprender chino a los 40 años, pero, nunca tan rápido ni tan eficazmente cuando en nuestro cerebro se está construyendo el lenguaje, hasta los 11 años. En la edad en la que el niño adquiere su lengua materna, es una esponja capaz de absorber tantas lenguas distintas como las que escuche a su alrededor, y con la suficiente exposición, sin realizar ningún esfuerzo, inconscientemente, aprenderá.
Existen períodos sensibles para el conteo, para la abstracción temporal, para la manipulación de las cosas pequeñas. Para los movimientos cruzados, para el orden, y para cualquier cosa que intervenga en la construcción de la personalidad de un ser humano.
El ejemplo más visible es el del período sensible de la bipedestación. Se puede obligar a un niño a que intente andar, pero hasta que no esté preparado, no lo hará. Es posible que le causemos algunos “daños colaterales” como que se le tuerzan los pies, que se caiga… A principios del siglo XX se puso de moda colocar a algunos niños unos arneses con una especie de armadura para que anduviesen antes del año (Baby Walker, ideado por un ingeniero suizo). Esto les causó deformidades y múltiples problemas, hasta que varios médicos avispados fueron capaces de ver la relación entre la estimulación temprana y el sufrimiento.
También se le puede obligar a permanecer quieto cuando está en pleno período sensible preparado para caminar, y entonces el niño no va a esperar a mostrar los “daños colaterales”, sino que se va a resistir con todas sus fuerzas al obstáculo que le impide desarrollar una cualidad que le hace humano y que le va a permitir continuar con las tendencias de exploración, repetición, movimiento, etc. ¿No podría ser que esas rabietas que tiene el niño en la trona, en la cuna, en el cochecito, sean causadas por el impedimento que le colocamos para su desarrollo?
El trabajo de los niños es desarrollarse, construirse a sí mismos. Los períodos sensibles se encargan de que sea lo que sea que el ambiente proponga, el niño tienda a adquirir eso que necesita. Los educadores de sus hijos, ¿conocen sus períodos sensibles? ¿Saben al menos de su existencia?
Quizá sea de los que obligan a los niños a repetir las tablas de multiplicar cuando el niño solo quiere hacer rimas, o que insiste en rellenar fichas con series numerales, ignorando el interés del niño por los insectos, los dinosaurios, las estrellas. Hay algunos niños que no paran de contar, contar y contar, todo lo que ven, mientras en clase les insisten en repetir pautas de lectoescritura. Sin preparar su mano, sin escuchar a su interés.
Es heroico (y trágico) que los niños consigan prestar atención a cosas que no les interesan, renunciando a aprender lo que de verdad necesitan. ¿Cuál es el coste? Que posiblemente los períodos sensibles se irán para no volver, y el niño se hará un ser sumiso y obediente, suplicando un premio o un castigo por cualquier cosa que haga. Que le costará mucho más aprender lo que necesite, o nunca más tenga la oportunidad o la inquietud de aprenderlo por sí mismo. Le costará mucho más prepararse para la vida.
Lo que no sucede en las aulas convencionales actuales es la preparación para la vida. Todo lo demás que suceda, es una tragedia menor.