¿Por qué las «lecciones» Montessori se llaman presentaciones?

Maria Montessori explicó el papel del adulto en la educación comparándolo con una perfecta anfitriona en una fiesta de la alta sociedad. Conocedora de las aficiones y habilidades de sus invitados, gracias a su exquisita y discreta capacidad de observación y conversación, en un momento dado decide presentar a dos damas a las que ve deambulando por el salón, de las que conoce algún interés común, y de cuyo bienestar en la fiesta se siente responsable. Tomando a una con delicadeza del brazo, la conduce hasta donde está la otra dama, dice sus nombres y enumerando los puntos de interés que las une, las presenta. Después de establecido el contacto, se retira para que puedan conversar tranquilamente y establecer, quién sabe, una amistad para toda la vida.

Este es el papel del adulto frente al niño y a los materiales (contenedores del conocimiento en el aula Montessori). La maestra conoce perfectamente al niño, su momento de desarrollo, sus intereses y su estado anímico, y por otro lado ha recibido entrenamiento para saber en qué momento es adecuada la presentación de un material, antes o después de otro concepto, la dificultad que aísla, su propósito directo e indirecto, su punto de interés, etc.

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En ese preciso momento, presenta el material al niño. Los pone frente a frente, muestra la actividad, está atenta a las necesidades del niño, y cuando ve que se ha iniciado la conversación, se retira, desaparece, como una perfecta anfitriona. La elocuencia muda del objeto se encuentra con la mente absorbente. «Dar un rayo de luz y seguir nuestro camino».

«Trabajan como si yo no existiera»:en esta fiesta no queremos que la atención se centre en el adulto, pero esto no quiere decir que éste no realice un trabajo previo dificilísimo, que es conectar a cada uno de los niños con una actividad que fomente su desarrollo y que, debido a que es precisamente lo que necesita aprender en ese preciso momento, le haga concentrarse en tal grado que pueda seguir trabajando solo.

¿Maestra espectáculo? ¿Estrella de la velada?

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Qué alejado está el papel que se atribuye tradicionalmente a la maestra, centro de la atención y la acción del aula, controladora e imprescindible, que verá convertirse la clase en un guirigay si se ausenta un minuto. Ella es el centro de atención. Necesita hacer truquitos para mantener el interés de los alumnos, si esa fuera su prioridad.  Hace que los niños la necesiten, para permanecer sentados, callados, para ponerles tareas, para corregirlas, para decirles qué hacer y qué no.

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La imagen de maestra autoritaria, que transmite sus conocimientos y es reconocida por este mérito, que programa con antelación y sigue al dedillo esa programación para todos los alumnos por igual, que se luce y es capaz de hacer ficha tras ficha y no le importa si un niño ha descansado, ha comido, o está triste. Esa maestra práctica con tanta experiencia, que a ella los niños no le toman el pelo, porque la fiesta es suya:

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Esa, que difícilmente nos presentará algo.

«Una buena anfitriona será siempre agradable y atenta, incluso en los momentos más delicados. Tendrá que ser capaz de no pestañear ni hacer un mohín de desagrado cuando algún invitado por accidente rompa la porcelana o las  copas de fino cristal que han pertenecido a su familia durante generaciones, o derrame su café sobre la elegante mantelería.» (tomado de la misma fuente que algunas de las imágenes http://lacasavictoriana.com/2014/06/07/victorianos-en-la-mesa  )

La buena maestra cuida su vestimenta, su lenguaje, sus gestos, y prepara con todo detalle el ambiente para sus invitados. Y sabe pasar desapercibida cuando es necesario, porque para ella sus invitados son de la más alta sociedad y merecen el mejor trato posible.

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