La línea que separa el rigor del fanatismo en las metodologías educativas es asombrosamente difusa.

Las metodologías son como las leyes: no pueden prever todos los casos del universo y lo mismo que existe algo llamado el espíritu de la ley que se aplica cuando la letra conduce a confusión también tenemos el espíritu de la metodología, que nos permite asumir grados de libertad cuando llegamos a imprevistos.

Fanatismo no es rigor.

Cuando se lleva el fanatismo metodológico al extremo, en perjuicio del sentido común y la libertad, es el alumno el que más sufre.

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